INTERCULTURALIDAD Y DESARROLLO RURAL

por 10 Abr, 2022

SEMINARIO
NORMATIVIDAD E INTERCULTURALIDAD EN EL PERÚ RURAL
ORGANIZADO POR EL SECRETARIADO RURAL-PERÚ

PONENCIA:

INTERCULTURALIDAD Y
DESARROLLO RURAL

PONENTE:

JUAN VACCARI CHÁVEZ

DIRECTOR EJECUTIVO DEL INSTITUTO DE DESARROLLO Y MEDIO AMBIENTE – IDMA
LOCAL: CEPES
LIMA 27 DE SETIEMBRE 2005.

MISIÓN DEL IDMA: LOGRAR EL DESARROLLO HUMANO Y SOSTENIBLE

CONCEPTO:

El desarrollo humano y sostenible es el proceso de ampliación de opciones y capacidades de los pueblos y de las futuras generaciones, para vivir de acuerdo a sus valores, en forma productiva, libre, equitativa y creadora, cubriendo sus necesidades e intereses y respetando la capacidad de carga de los ecosistemas mediante la conservación y protección ambiental.

Interculturalidad y Desarrollo Rural Sostenible

El IDMA definió en 1990, centrar su contribución y aporte al Desarrollo Humano Sostenible priorizando el tema rural, en el entendido de que una parte importante de los recursos naturales renovables y no renovables, que son la base fundamental para la vida, se encuentran allí, en los Andes, en las montañas, en las cuencas hidrográficas tanto orientales, interandinas, como occidentales; donde más de 1,7 millones de familias de campesinos y agricultores viven de la actividad agropecuaria usando los recursos suelo, agua, y la biodiversidad y más de 70 mil familias viven de la actividad minera. En total, en la zona rural viven 7,1 millones de personas y es allí donde se concentra la más alta tasa de pobreza del país: 78%. Esta situación pone en peligro a su vez, la sostenibilidad de los frágiles ecosistemas de montaña, generando un círculo vicioso entre pobreza y deterioro de los ecosistemas. Sin embargo, si sumamos la población que viven en la sierra (población andina) y la de la selva, ésta representa el 47% de la población total del país, es decir: 12,22 millones. De ahí la importancia que el IDMA le da al desarrollo rural sostenible, entendido este en un sentido más amplio; que va más allá de la actividad agrícola y que engloba los poblados, ciudades intermedias y el campo, las cuencas, sub-cuencas y microcuencas, donde se realizan no sólo actividades agropecuarias sino también mineras, industrias de transformación de productos agropecuarios, pequeña y mediana empresa, artesanía, turismo, comercio y servicios. Por otro lado, la PEA del sector representa más allá del 33% de la PEA total.

El desarrollo rural se entiende hoy, en un sentido amplio, como “un proceso de mejora del nivel de bienestar de la población rural y de la contribución que el medio rural hace de forma más general al bienestar de la población en su conjunto, ya sea urbana o rural, con su base de recursos naturales” …(Ceña, 1993:29).

En dichas regiones o zonas hay asentamientos que se relacionan entre sí y con el exterior, en los cuales interactúan una serie de instituciones, públicas y privadas. Lo rural trasciende lo agropecuario, y mantiene nexos fuertes de intercambio con lo urbano, en la provisión no sólo de alimentos sino también de gran cantidad de bienes y servicios, entre los que valen la pena destacar la oferta y cuidado de recursos naturales, los espacio para el descanso, y los aportes al mantenimiento y desarrollo de la cultura”(1).

(1) “Hacia una nueva visión de lo rural”, Edelmira Pérez; “¿Una nueva ruralidad en América Latina?”; CLACSO 2000.

El medio rural es entonces una entidad socioeconómica en un espacio geográfico con cuatro componentes básicos:

  • “…Un territorio que funciona como fuente de recursos naturales y materias primas, receptor de residuos y soporte de actividades económicas.
  • Una población que, con base en un cierto modelo cultural, practica actividades muy diversas de producción, consumo y relación social, formando un entramado socioeconómico complejo.
  • Un conjunto de asentamientos que se relacionan entre sí y con el exterior mediante el intercambio de personas, mercancías e información, a través de canales de relación.
  • Un conjunto de instituciones públicas y privadas que vertebran y articulan el funcionamiento del sistema, operando dentro de un marco jurídico determinado…” (Ramos y Romero, 1993: 17).

La Cultura

Aquí hay un tema clave que tiene que ver con todo lo anterior, ya que el ser humano no es sólo un ente económico y social. Es ante todo un ente cultural, que le da identidad, ubicación y/o pertenencia en el grupo. Posee una cosmovisión, una lengua en común, una historia, creencias, un territorio, forma de organización social y productiva, saberes previos, y valores propios que lo hacen distintos a otros grupos sociales y culturales. La cultura es el “sello” del grupo social pero ésta no es estática, va enriqueciéndose en el tiempo y tomando parte de otras culturas pero sin perder su identidad. Si esto no funciona y no fluye de forma natural, es casi imposible lograr el progreso y el desarrollo humano sostenible.

El IDMA ha venido enfocando su quehacer institucional bajo este tema sin una visión escolástica o academicista; no somos investigadores ni expertos en el tema; simplemente partimos del hecho de la existencia de que nuestro país es multicultural y que el mundo andino no es, tampoco, homogéneo. Lapráctica y la vocación de servicio, allá por la década de los ochenta, (y para otros en la década de los sesenta) nos enseñaron a valorar y tratar con igualdad a las culturas quechuas o aymaras; a reconocer el bagaje y riqueza cultural así como a sus organizaciones ancestrales para el trabajo, sus técnicas productivas, el manejo y su amor a la tierra, su agrobiodiversidad y la conservación de la misma luego de milenios; sus platos típicos, su variada música y danzas, y sus ritos mítico-religiosos. Partíamos más de un respeto a todo aquello que era para nosotros un mundo por conocer. Así entrábamos a las comunidades campesinas y así fuimos poco a poco redondeando el enfoque, introduciendo una línea de acción que llamamos el“Rescate Cultural Andino” y de “Identidad Cultural”, percatándonos que en muchas comunidades campesinas y centros poblados donde trabajábamos, en Huánuco sobre todo, y en las escuelas se iban desnaturalizando muchos aspectos de la cultura andina, empezando por la lengua, sus ritos, sus conocimientos previos, sus técnicas de cultivos, limitar su agrobiodiversidad, asumiendo el monocultivo e insumos químicos, entre otros. Nos dimos cuenta que la escuela y los órganos del Estado jugaban un papel muy importante en la transculturización y en la exclusión social de todo aquello que no sea de la “cultura occidental”.

De allí que una parte importante de nuestra estrategia se enfocó en la escuela a partir de 1990 (escuelas ecológicas), en la familia campesina, en las técnicas agroecológicas, que no distaba mucho de su cultura productiva; en la conservación de la agrobiodiversidad, la gestión de cuencas y del territorio; promoción de danzas y canciones, de cuentos y poesías; concursos de comidas típicas con productos nativos en el día mundial de la alimentación. Este fue un largo proceso de mutuo aprendizaje y de capacitación a profesores, padres de familias, niños y niñas, campesinos, y campesinas (introduciendo también el enfoque de género), dentro y fuera de la escuela. Esta mismas líneas y enfoques fueron desarrolladas en los tres Programas del IDMA: Huánuco, Apurímac, Lima Sur y Cuenca de Lurín, así como en proyectos especiales en el Callejón de los Conchucos y Supe- Caral a través de nuestros tres ejes estratégicos: Agricultura Sostenible y Seguridad Alimentaria, Educación Ambiental y Ciudanía y Gobernabilidad.

En aquella época casi no se hablaba de Interculturalidad, se hablaba de la diversidad cultural, de lo pluricultural pero como una simple constatación de la realidad a la cual había que “civilizar”; quitarle su identidad. La educación formal jugó su papel en ello y aún lo sigue haciendo en miles de escuelas rurales y urbanas del país. Los contenidos curriculares no tenían ni tienen correspondencia con el entorno, ni con la vida cotidiana, ni con sus saberes previos, ni con la lengua materna de los estudiantes.

El IDMA planteó la necesidad de acercar al educando a su realidad, sobre la base de la educación ambiental para el desarrollo sostenible, brindándole las herramientas necesarias para actuar sobre su medio y transformarlo. Se “edificó” junto con los profesores, APAFAs y especialistas, una curricula que partiera de los saberes previos de los educandos y de la realidad social, ambiental, económica y cultural de cada comunidad, cuenca hidrográfica o espacio territorial; haciendo transversal lo ambiental y lo intercultural, en todas las áreas. Comprometiendo, vía convenios, a autoridades educativas de la región y a municipios locales.

En base a la experiencia recogida de los docentes y estudiantes en su aula y tomando como punto de partida sus vivencias, se elaboró la “Guía de Educación Ambiental”, que brinda una serie de estrategias de trabajo para ser compartidas con otros docentes y estudiantes, respetando el contexto en el cual se desempeñan y facilitando su adecuación a otras realidades, promoviendo la relación con la comunidad, trascendiendo el ámbito de la escuela, llegando inclusive en oportunidades, a que los campesinos y campesinas, a través de las vivencias de sus hijos e hijas, incorporen las estrategias trabajadas en la escuela en sus parcelas.

Estábamos pues trabajando en la línea de la interculturalidad, convencidos que todas las actividades y actitudes que confluían en ella, permitirían, en todos los actores sociales involucrados, un cambio de actitud en el tiempo, elevar su auto estima, tener una mayor predisposición al esfuerzo colectivo e individual para luchar por salir de la extrema pobreza; volver con alegría a realizar prácticas agronómicas ancestrales y asimilar nuevas: asociación y rotación de cultivos; conservación de suelos con terrazas de bancales, de formación lenta, zanjas de infiltración con barreras vivas en curvas de nivel; preparación de compost (que tiene su base ancestral en el llamado guaneo); lombricultura para la elaboración de humus; purín, biol (fertilizante folial natural); forestería y agroforestería; biohuertos; granjas de animales menores, asociación de pasturas; riego por aspersión y goteo (con materiales de desecho y tubos de PVC). Lo que finalmente llevó en el tiempo, a la granja familiar agroecológica y a la producción de productos orgánicos e integrarse a las Ferias Ecológicas locales y regionales conformándose, a demás, centenares de promotores(as) campesinos agroecológicos que, utilizando metodologías participativas como la de Campesino a Campesino (CaC), van incorporándose nuevos productores orgánicos.

El otro tema trabajado con fuerza es el de la agrobiodiversidad (cultivos nativos), reconociendo y valorando la inmensa diversidad de raíces, tubérculos y granos que poseen muchas familias campesinas en sus diferentes parcelas y pisos ecológicos, formándose inicialmente el grupo de “Conservacionistas” (1991). Todo el esfuerzo de campesinos conservacionistas, de haber guardado e intercambiado entre ellos de forma “oculta” sus variedades de papas nativas de colores, de ollucos, ocas; de maíces, de Kiwicha, etc., durante siglos, fue exhibido e intercambiado abiertamente en el Reencuentro de la Cultura Andina de AUKINMARCA en 1991 en las alturas de la microcuenca de Huarmiragra, Huánuco. Evento promovido inicialmente por el IDMA donde se festejaba el día de la cultura andina (día del campesino), con la participación de las escuelas ecológicas, comunidades campesinas con cantos, danzas ancestrales que prácticamente se habían perdido; con intercambio de semillas entre conservacionistas de distintas cuencas. Hoy esta fiesta se ha institucionalizado y se realiza todos los años el 24 de junio con la asistencia de 1,200 a 1,500 personas. Así como también el Día de la papa amarillay, últimamente, las Ferias de la agrobiodiversidad, donde las familias campesinas conservacionistas exhiben con orgullo sus productos que antes “escondían”. En cada uno de estos productos nativos están encerrados miles de años de tradición, conocimiento y son tratados con mucho cariño por los campesinos; son la cultura de sus ancestros que ellos han guardado celosamente, y continuarán con la tradición.

He querido partir de lo vivencial, de la experiencia, de los sentimientos despertados, porque es lo que realmente grafica el concepto y el enfoque de interculturalidad. Ya que ésta, desde nuestro punto de vista, no puede ni debe quedar encerrada en la escuela: “Educación Intercultural”. Se requiere extender el enfoque a todo nivel para darle no sólo sustento legal, sino decisiones políticas que impulsen su concreción.

Lo inter es lo que Homi Bhaba (1994; 1998) refiere como el espacio intermedio o el “tercer espacio” donde dos o más culturas se encuentran, un espacio de traducción y negociación en el cual cada una mantiene algo de sí, sin asimilarse a la otra. Esta noción del tercer espacio es útil para entender las relaciones entre interculturalidad e identidad, y unidad y diversidad, porque permite una forma de conceptualizar y visualizar la relación entre culturas como algo fluido, movible y dialéctico, como también ambivalente, contradictorio y conflictivo; sugiere, igualmente, que no hay fronteras rígidas entre culturas o entre personas que pertenecen a distintos grupos culturales como que tampoco hay culturas puras o estáticas, sino divisiones dinámicas y flexibles en las cuales siempre hay huellas o vestigios de los “otros” en nosotros mismos.

El enfoque intercultural busca la articulación y complementariedad entre creencias, saberes y conocimientos locales, regionales, ajenos y universales, y contribuye al logro de un pluralismo incluyente. La interculturalidad ofrece la posibilidad de ir construyendo una sociedad realmente pluricultural, dirigida a la igualdad y la justicia social, y a armar una verdadera democracia.

La meta de la interculturalidad es construir procesos que contribuyan a formar sociedades plurales, justas y verdaderamente democráticas, procesos que requieren una ciudadanía peruana segura consigo misma, respetuosa y comprensiva de las múltiples manifestaciones de las diferencias culturales, crítica de las desigualdades, la marginalización, discriminación y exclusión, conscientes de la problemática y la potencialidad de conflictos culturales, y capaces de comunicarse, interrelacionarse, cooperar y actuar con “otros” para construir unidad en la diversidad, para aprender a vivir juntos, en la escuela y en la sociedad (Godenzzi, 1999; Touraine, 1997).

La apropiación del concepto de interculturalidad extendido más allá de lo educativo y situado como estrategia general para hacer frente a las políticas mono-culturales de los Estados, es algo que, creo vale la pena resaltar. Briones (2001) considera este tratamiento del siguiente modo: “Muchas veces a contrapelo reconocer la diferencia, implica definir qué alcance tiene para el gobierno, para los pueblos Indígenas y para la sociedad el hecho de que se asuma plenamente, y no formalmente, la diversidad cultural. Esto lleva a debatir cómo se articulan las transformaciones del Estado-Gobierno y sus estructuras, con las autonomías políticas, culturales, territoriales, jurisdiccionales, administrativas y políticas de los Pueblos Indígenas”.

En este contexto, el concepto de democracia adquiere nuevas significaciones con relación a nuevas relaciones entre igualdad y diferencia. Ya no se limita formalmente al buen gobierno de la mayoría, sino también a un nuevo tipo de articulación entre sujetos de derecho diferentes. Esto último es precisamente, creo, el contenido de la interculturalidad.

En síntesis, la interculturalidad es concebida como proceso de democratización y reorganización del Estado, para una nueva relación con los Pueblos Originarios. Se deriva de esto que no se trata únicamente de un programa de elementos culturales a tener en cuenta para no discriminar o para tolerar, sino de la construcción política de estas nuevas relaciones. Son estas nuevas relaciones lo que permitirá que las sociedades pluriculturales avancen, se desarrollen.

Somos convencidos que los “nuevos” enfoques sobre lo rural, la educación ambiental e intercultural, la normatividad y el involucramiento con políticas y acciones concretas del Estado en una perspectiva Interculturalidad, allanarán el camino hacia un verdadero desarrollo rural sostenible y del desarrollo humano sostenible en general.

Gracias

Autor: Idma Perú

“37 AÑOS PROMOVIENDO EL DESARROLLO HUMANO Y SOSTENIBLE A NIVEL NACIONAL”

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