REVISTA-IDMA-2025-007

ROSALINDA RENDICH Y LA SIEMBRA DE UN FUTURO SOSTENIBLE EN OXAPAMPA Rosalinda Rendich Rodríguez tiene 66 años y una historia sembrada a pulso. Aunque nació en Tarma, su vida ha florecido en las tierras húmedas y verdes de Oxapampa. “Llegué a los dos años con mis padres. Ellos tenían un cafetín en el mercado y fue ahí donde crecí. Yo no empecé en el campo, fue mi tía quien me llevó por ese camino”. Aquella tía no solo le enseñó a reconocer los ciclos de la tierra, sino que, al fallecer, le heredó el fundo ubicado en una colina. Ese fue el punto de partida para una nueva etapa en su vida: la agricultura con sentido. “Mi motivación fueron mi esposo y mis hijos. Me gusta mucho el café, los vegetales, la naturaleza. Pero también quería cuidar el agua, los bosques”, cuenta. La colina heredada no era solo tierra fértil, sino un lugar de memoria y de futuro. Allí comenzó sembrando café con sombra, integrando la agroforestería que ya practicaban sus familiares. Poco a poco, comprendió que proteger los bosques y las fuentes de agua del lugar era vital, no solo para ella, sino para toda Oxapampa. Así nació el Área de Conservación Ambiental “Ameerega la Colina”, una zona clave que hoy garantiza agua potable limpia y segura para la ciudad. El esfuerzo por conservar este ecosistema se volvió parte esencial de su trabajo. Con el impulso de diversas instituciones, Rosalinda se convirtió en una defensora activa de la biodiversidad de su territorio. Pero no fue fácil. “Durante diez años, caminábamos 40 minutos desde La Esperanza hasta el fundo, todo era trocha. La movilidad no era fluida, pero cada paso era un impulso”, recuerda. Fue precisamente en el mercado, entre tazas de café y conversaciones con clientes, donde descubrió una verdad incómoda: muchas de las hortalizas que llegaban estaban cargadas de pesticidas. “Eso me llevó a sembrar nuestras propias verduras. Uno lava, pero no puede eliminar todo lo que ya absorbió la planta”. Así comenzó a diversificar su producción: además del café, cultiva palta, yuca, arracacha, y hortalizas libres de químicos. También ha integrado la apicultura, y junto a su familia, ha desarrollado un proyecto de turismo vivencial que incluye cabañas, un mirador hacia la ciudad y caminatas entre bosques en regeneración. Los nombres de sus espacios —fundo El Gavilán y fundo Las Golondrinas— nacieron del vuelo de las aves que habitan su colina. La marca con la que ofrece su café, La Colina, ya circula a nivel local, provincial y regional. Con el acompañamiento del IDMA, están en proceso de obtener la certificación del Sistema de Garantía Participativo (SGP), que les permitirá consolidarse como un emprendimiento agroecológico. Desde su experiencia, Rosalinda envía un mensaje claro a las nuevas generaciones: “Trabajar la tierra no es solo para uno. Es un legado. Lo que uno siembra hoy, lo cosechan los hijos, los nietos. La agricultura no es solo sustento, es conocimiento para esta y las futuras generaciones”. 25

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